La Elección del Terreno

En primer lugar, ahora sé que la elección del terreno donde habrá de levantarse la casa tiene una importancia considerable, incluso vital, aunque pueda parecer exagerado.
En efecto, de esta elección pueden depender la vida o la muerte, la salud o la enfermedad, la felicidad o el infortunio de la pareja de ancianos que deciden construirse una villa para su retiro, o del joven matrimonio que busca una residencia para los fines de semana, o de la familia numerosa que confía en encontrar el suficiente espacio vital en un caserón de las afueras…
Antes de explicar a toda esta gente animosa las precauciones indispensables que deben tomarse en el momento de levantar la casa, quiero tratar de resumir y clarificar la tesis expuesta por G. Lakhovsky en su Contribución a la etiología del cáncer.
Para este sabio, el cáncer es «una reacción del organismo contra una modificación de su equilibrio vibratorio bajo el efecto de las radiaciones cósmicas. Tanto si esas radiaciones aumentan como si disminuyen en intensidad, tanto si acrecientan como si debilitan su longitud de onda, el equilibrio oscilatorio de nuestras células se ve modificado. Ahora bien, las radiaciones cósmicas que surcan el éter son en parte captadas por el suelo, puesto que esas ondas penetran en él hasta una profundidad muy apreciable. Y es asimismo indiscutible que las condiciones de esta absorción modifican más o menos el campo electromagnético de esas radiaciones en la superficie del suelo, e cual reemite una nueva radiación. Dichas radiaciones modifican pues, por eso mismo, las condiciones de vida de la célula viva que oscila en ese campo».
El sentido de esta extensa cita debe ser captado correctamente si se quiere comprender por qué es tan importante la elección del terreno antes de levantar una casa.
A partir del momento en que sabemos que las ondas penetran tanto mejor el suelo cuando menos conductor es el terreno, está claro que, si se quiere poseer una casa sana, es preciso construirla en un terreno permeable, a las ondas nocivas (es decir, dieléctrico), el cual absorberá las radiaciones a una gran profundidad sin ocasionar ninguna reacción en el campo superficial. Para evitar cualquier error precisemos que estos terrenos dotados de una débil densidad nociva se componen de arena, de caliza, de yeso, de gres, de rocas cristalinas primitivas y de determinados aluviones recientes ricos en arenas y gravas.
Por el contrario, debe desconfiarse de los terrenos impermeables, y en consecuencia de ondas nocivas, a los que incluso hay que considerar como impropios para cualquier construcción perfectamente salubre. Estos terrenos de acentuada densidad nociva se componen de arcilla plástica, de margas de yeso, de margas jurásicas, de creta fosfatada y de pirita de hierro, de pisos carboníferos y de esquistos de minerales de hierro.
En el primer caso (el de un terreno permeable), el campo superficial no es modificado; pero en el segundo (el de un terreno impermeable), las “radiaciones reflejadas, refractas y difundidas se mezclan con las primitivas para producir un campo interferente y ondas estacionarias”.
La conclusión de Lakhovsky me parece muy pertinente: “Todo redunda en lo mismo: en conocer la conductibilidad de los terrenos”.
Así pues, la primera providencia del candidato a propietario inmobiliario debería de ser la de informarse sobre la composición geológica del terreno sobre el que piensa levantar su casa.
Un profesor auxiliar de la Facultad de Medicina de París me hizo en cierta ocasión una confidencia análoga a la del arquitecto:
“Sé, por experiencia, que existen casas de cáncer –manifestó-. Sin embargo, ignoro los remedios o las precauciones que puedan resultar eficaces contra esta misteriosa y maléfica influencia de determinadas paredes. En consecuencia, cuando un enfermo que habita una de esas viviendas sospechosas viene a mi consulta, no puedo hacer otra cosa que limitarme a prescribirle que abandone cuanto antes su casa. Y he podido constatar que los que me obedecen no tardan en curarse, en tanto que los otros, cualquiera que sea la medicación a que se sometan, acaban pereciendo”.
- Texto: Roger de Lafforest
Oscar Mendez
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